Búsqueda del amor
- psicotraining
- 26 sept 2020
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La Búsqueda desesperada del amor responde a una necesidad infantil de acompañamiento, aceptación y seguridad que no fue satisfecha por nuestros cuidadores primarios, independientemente de las razones por las que se suscito, al estar en una etapa en la que el pensamiento narcisista predomina y en la que no se cuenta con el suficiente juicio para abordar la situación, esta experiencia de carencia se introyecta en el inconsciente, lo que nos conduce de manera ciega, al momento de entablar relaciones amorosas conforme vamos creciendo.
Esto se da, porque aprendemos a leer entre líneas el cómo se llevan las relaciones en nuestro núcleo familiar y cómo ellos se relacionan con nosotros. Por ejemplo, si en la dinámica familiar, yo como hijo soy el centro de atención de mi madre o padre, donde constantemente se satisfacen mis necesidades de manera rápida; existe una probabilidad muy alta de que al crecer, busque a una persona que repita ese patrón, pues considero que así es como "se me debe tratar".
Así mismo, si se me crea un pensamiento de apego ambivalente, donde en ocasiones se "me quiere" y en otras no, reforzando con la idea de que "si me porto bien", me van a querer, se genera una personalidad que podría ser más susceptible a la despersonalización por la búsqueda de la aceptación y afecto que refuerce nuestra idea de que somos merecedores de ello o de que no lo somos.
En ocasiones sentimos la necesidad de estar detrás de una persona, al grado que nos genera ansiedad no saber de él o ella, que no nos conteste, se aleje o se aparte. Es entonces que salimos corriendo tras ellos y hacemos cualquier cosa hasta tener la sensación en el pecho de que todo esta "bien" entre los dos y que no hemos "perdido" al ser amado.
El tener una permanente disposición a las personas que queremos con la esperanza de generar en ellos un sentimiento de amor es una idea interiorizada a lo largo de años por la forma de crianza que tuvimos, como ya se mencionó, durante la niñez. No obstante, las influencias que tenemos durante la adolescencia y la juventud, pueden perpetuar en nosotros esas creencias o por el contrario, generar nuevos pensamiento, conforme nos vamos acercando a otras personas y conociendo vínculos que son diferentes a los nuestros. Si la comparación que se hace es positiva, es muy posible que podamos aprender otras formas de relacionarnos, así como sanar las heridas de la infancia que nos llevaron a repetir esos patrones.
Por otro lado si la comparación resulta negativa, estamos más expuestos a entablar relaciones codependientes, que contemos con experiencias de violencia en el noviazgo o matrimonio, así como que podamos experimentar de diversos estados de depresión o ansiedad al no concretar vínculos que permitan la expresión libre de nuestro ser y que favorezcan nuestro desarrollo personal.

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